Opinión

Serpientes, lagartijas, ratas y platos sucios

En 2003 se detectaron las primeras serpientes invasoras que venían de polizones ocultas en los olivos centenarios traídos de la península, que tantas villas adornan en la actualidad en nuestra isla. Las medidas para evitar la proliferación de la plaga llegaron tarde a Ibiza, tanto el control portuario como la instalación de trampas. En 2014, la serpiente de herradura había colonizado media isla. Diez años después, este ofidio ya está por todo el territorio insular.

Durante algo más de un año tuve una de esas trampas en una casa de campo en Santa Gertrudis. No pararon de caer serpientes. Mi compañero se encargaba de cogerlas y ejecutarlas, porque de ser por mí , las pobres se hubieran muerto de sed y hambre antes de que yo hubiera reunido las agallas suficientes para coger con las manos a cualquiera de ellas y machacarles la cabeza, tal y como explicaron que había que hacer para acabar con sus vidas de forma rápida.

La trampa llegó también tarde a mi hogar. Durante los cuatro años anteriores que viví en esa casa, recuerdo como las lagartijas se colaban dentro constantemente. Me las encontraba incluso hasta en los dormitorios. Correteaban por todas partes. Era muy fácil verlas. Pero, poco a poco, así como desaparece el amor entre platos sucios y una cama sin arrugas, ellas dejaron de venir. No sé cómo ni cuándo, pero un día ya no estaban y no me percaté hasta que una gran serpiente apareció cerca de las escaleras de la entrada. Pusimos una azada cerca de donde la habíamos visto para dar muerte al animal en su próxima visita. Pero, o ella era muy rápida o nosotros muy cobardes, porque nunca la capturamos. Teníamos la herramienta pero no el valor necesario.

En la caja de madera ya sólo cayeron pequeños ofidios. Supongo que ese enorme reptil se merendó a casi toda la colonia de lagartijas que habitaban la pequeña extensión vallada de la finca.

Poco después abandonamos la casa, donde paradójicamente tuvimos ratones hasta el final. Incluso una rata que vino a comerse los últimos restos de hogar que quedaron. n

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